Es bien sabida la importancia de la alimentación en el desarrollo de ciertas enfermedades, como es el caso de la obesidad, la diabetes o enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio, arterioesclerosis, etc). En cambio, a menudo se subestima la importancia de ésta en problemas que conciernen a las articulaciones y músculos, como son los dolores de espalda, artrosis, lumbalgias, ciáticas... tan habituales hoy día; como en enfermedades de vías respiratorias (faringitis, sinusitis, mucosidad) o de la piel (dermatitis, eccemas, acné).
Cualquier problema musculo-esquelético que cursa con inflamación (tendinitis, artritis, lumbalgias, etc.) y sobre todo las patologías crónicas como la artrosis, osteoporosis, dolores de espalda crónicos, fibromialgia, fatiga crónica e incluso migrañas, pueden estar influenciadas por una alimentación inadecuada. De hecho, hay ocasiones en que un cambio en esta dirección se hace requisito indispensable para el éxito del tratamiento.
Los malos hábitos alimenticios pueden llevar a tener sobrepeso, lo que significa que la columna vertebral y otras articulaciones deben soportar más carga de lo normal. Pero no se trata solo de un problema de peso sino también de un problema bioquímico: una alimentación inadecuada provoca una acidificación del organismo, lo que favorece los procesos inflamatorios y degenerativos, dificultando la regeneración y reparación del tejido. A su vez, influye de manera determinante en nuestro sistema inmune debilitando las defensas: combatiremos peor el dolor, la inflamación y las enfermedades en general.
Cuando un paciente se pone en nuestras manos es importante determinar si sus hábitos alimenticios influyen negativamente en su problema de salud, o si la introducción de ciertos cambios puede beneficiarle. Si está indicado le aconsejaremos suplementos para que su recuperación sea más rápida y completa, evitando además los efectos secundarios indeseados que provocan los fármacos convencionales.
El sentido común nos dice que la ingesta de buenos alimentos va a favorecer la salud de los huesos, músculos, ligamentos, tendones y de nuestro sistema inmune y nervioso. Cabe señalar que alimentos o hábitos que tradicionalmente tenemos catalogados como sanos en muchas ocasiones no lo son tanto por el alimento en sí, la frecuencia con la que se ingiere o por las modificaciones sufridas a lo largo de la cadena de producción del mismo.
Por ello, en ocasiones no es suficiente con modificar la alimentación si no que hay que ayudar al organismo con suplementos nutricionales naturales (plantas medicinales, vitaminas, minerales, enzimas, etc) dirigidos a alcalinizar el PH del organismo, favorecer el drenaje o limpieza del tejido extracelular (necesario para eliminar toxinas y que los nutrientes lleguen bien a las células) y favorecer la regeneración del tejido dañado.